miércoles, 19 de octubre de 2011

RIMAS DE BÉCQUER APUNTES

            RIMAS DE BÉCQUER


            En la edición póstuma de las Obras de Bécquer impresa en Madrid en 1971, y preparada por sus amigos Augusto Ferrán y Narciso Campillo, con prólogo de Rodríguez Correa, se contiene un número total de 76 rimas de las 79 que formaban el Libro de los Gorriones. En este cuaderno, Bécquer trasladó y reconstruyó todo lo que recordaba de memoria de aquel manuscrito de sus versos que entregó al ministro González Bravo para que este lo prologara y editara, original que se perdió al ser saqueada la casa del político durante los acontecimientos de la revolución de Septiembre de 1868. Además de suprimir tres rimas, los editores introdujeron numerosas correcciones.

            Por otra parte, tampoco respetaron el orden del original. Probablemente, Bécquer fue reconstruyendo el original perdido sin una ordenación precisa, a medida que le venían los versos a la cabeza. Sus amigos lo ordenaron y le dieron la numeración que se ha ido repitiendo en las ediciones posteriores y que ya se tiene por tradicional. La mayor parte de la crítica acepta este orden establecido que, en su conjunto, constituye un corpus de poemas bastante homogéneo en el que desarrolla de una manera coherente y lógica todo un proceso amoroso, la historia de un amor en la que se cantan las ilusiones y esperanzas de los inicios hasta que desemboca en el dolor de la separación, el desengaño y el dolor que produce el amor frustrado dejando al amante en la más angustiosa y oscura soledad.

            Bécquer publicó en vida sólo dieciséis de estas composiciones, que aparecieron en distintos periódicos y revistas de la época.


            TEMAS DE LAS RIMAS
            Este conjunto de poemas que cantan el amor gozoso y el dolor producido por su desaparición, y que se caracterizan por su brevedad y rima en asonante, puede estructurarse en cuatro grupos según otros tantos temas y motivos fundamentales:

            1. Sobre la poesía (rimas I a VIII)
            Bécquer trata de acercarse a la esencia de la poesía, el lenguaje y el papel que desempeña el poeta. Las composiciones de esta serie de las Rimas se centran en la consideración de la poesía en sí misma  y el lugar del poeta, es decir, la poesía en la poesía. En primer lugar, concibe la poesía como algo inefable y misterioso (“himno gigante y extraño”) y, a pesar de la pobreza del lenguaje para expresar las ideas y las emociones, anhela que sus palabras  tengan el poder de ser, a un tiempo, “suspiros y risas/ colores y notas” (rima I). Esto es porque lo inmaterial, lo inefable, sólo se puede intuir a través de alusiones a lo etéreo e incorpóreo. De hecho, su afán poético se centra en expresar de manera adecuada y precisa los sentimientos, el mundo interior; y la palabra es un freno, no hace más que empequeñecer el concepto.
                   En relación con esto está una de las ideas fundamentales de su obra: la oposición entre inspiración y razón. La razón debe refrenar y moderar ese ímpetu embriagador que es la inspiración para crear un perfecto equilibrio. Considera además que ambos son elementos opuestos y contradictorios que sólo pueden ser armonizados por un genio, por un verdadero poeta. Esta inspiración, esta experiencia, sufre un proceso de depuración en la mente y se convierte en sustancia poética. Es, en general, una poesía de sensaciones en la que el creador intenta “copiar” la imagen que tiene dentro.
Sin embargo, late también la idea  de que la poesía siempre estará presente y existirá, independientemente del poeta y de su capacidad para captarla. En este sentido, la poesía es anterior al poeta, a su creación artística (“Podrá no haber poetas, pero siempre/¡habrá poesía!” Rima IV). Entiende entonces por poesía todo lo que él considera poético, y son sus fuentes de origen: el mundo de la belleza natural (primavera, atardecer,...), lo misterioso (el origen de la vida, el destino del hombre,...), el sentimiento (gozo, dolor,...) y el amor a la mujer hermosa. Todo esto se encuentra ahí y el poeta debe descubrirlo y expresarlo. Pero, como ya hemos dicho, la palabra es insuficiente y Bécquer se lamenta de la deficiencia del lenguaje. Hace entonces un arduo esfuerzo para identificar la palabra o la idea; logrará acercarse a su objetivo a través del amor: en el intimismo amoroso parece estar el fundamento de toda la poesía del sevillano.
Toda esta situación (que la poesía sea así, que exista a pesar del poeta, que no pueda ser fácilmente expresada,...) va a provocar que el poeta se sienta desorientado y perdido en el mundo:
“Eso soy yo, que al acaso
cruzo el mundo sin pensar
de dónde vengo ni a dónde
mis pasos me llevarán” (Rima II)

2. El amor gozoso (rimas IX a XXIX)
Tiene como núcleo principal la luminosidad del amor en su fase de disfrute y esperanza, y son las composiciones que hacen de G. Adolfo Bécquer el gran poeta del amor gozoso. En efecto, el amor es la fuente y la causa del sentimiento. Cuando Bécquer canta a este amor, toda la naturaleza participa de su alegría y, de hecho, el universo entero se hace eco de él.
De un amor así concebido, sólo puede ser depositaria una mujer extraordinariamente bella. Las cualidades de esta hermosura se observan en la citada naturaleza, de ahí las metáforas referentes a este campo. Y, claro está, por una mujer así el poeta daría lo que fuera (“...yo no sé/ qué te diera por un beso”).
Entre el poeta y su amada se establece una relación de comunicación intensa, de común unión, hasta el extremo de presentirse el uno al otro, o incluso confundirse en un solo ser. Es un concepto platónico del amor por el que se acaba deseando a un ser ideal; no se va a conformar con una mujer de carne y hueso, por muy pasional y tierna que sea, sino a una etérea, símbolo de lo imposible. Dentro de esta línea de perseguir insistentemente algo inmaterial, se comprende la identificación de la mujer con la poesía misma (“Poesía...eres tú” Rima XXI).
Del mismo modo que la poesía es inefable, también lo será la belleza de la amada, que sólo podrá describirse a través de lo poético (Recordemos la limitación que suponía la palabra). Nos encontramos entonces con que amor, mujer y poesía se identifican por completo y pasan a designar una misma realidad que es igualmente inefable e inalcanzable.

3. El dolor de amor (rimas XXX a LIV)
 Como ya se ha dicho, las Rimas parecen ejemplarizar la historia de un amor, desde el deslumbramiento de sus inicios hasta la desolación de la separación y el olvido, pasando por la incomprensión y el dolor – hasta desear la muerte -, que provoca el amor no correspondido. El desengaño y la tristeza causada por el amor frustrado son el centro temático de esta tercera serie.
De la plena identificación en las voluntades de los amantes de los poemas anteriores se pasa ahora a una oposición dolorosa. El desamor y la separación son consecuencia del orgullo (“habló el orgullo y se enjugó su llanto/ y la frase en mis labios expiró” rima XXX) lo que provoca la ruptura completa y total. La culpa de esta ruptura puede ser de ella, que no supo ver el valioso fondo de su enamorado, o de él, al no valorar otras cualidades de la amada, por dejarse atraer y deslumbrar sólo y exclusivamente por su belleza física. Esta última idea se expone en varias de las rimas, en las que ahonda en los defectos de la mujer aunque poniendo de manifiesto que todos son dignos de disculpa si atendemos a su hermosura. O, tal vez, la culpa pudo ser de los dos, por no aceptarse tal como eran. Lo importante es que esta oposición adquiere dimensiones insalvables. Es en este aspecto donde más fuerza y emotividad adquiere, si cabe, la poesía amorosa de Bécquer, en la descripción contenida y refrenada del sentimiento (tan alejada de la grandilocuencia y exaltación de los románticos).
La intensidad del sentimiento amoroso viene expresada de manera proporcional al dolor producido. También aparece, entre otros motivos, la efusión de lágrimas.
De esta manera, cuando se desmorona el mundo ideal, sólo le quedan la soledad y la desesperanza, que son puestas de manifiesto con tonos de amargura y sarcasmo: aquel amor apasionado se considera ahora una trágica burla. Este desengaño producido por el amor imposible es además puesto de relieve mediante el contraste entre la luminosidad y claridad de los poemas gozosos con el dolor y sufrimiento de estos poemas. Este cambio de tono se ve reflejado mediante expresiones como “sombra oscura”, “noche de dolor”,  “herida mortal”, “terribles horas”...y el poeta se queda temeroso de quedarse a solas con su dolor y esperando la deseada muerte.

4. Desolación y muerte (rimas LV a LXVII)
En esta última serie Bécquer trata los temas de la soledad, la angustia de vivir, el misterio del destino del hombre, la muerte,...Si bien hay todavía alusiones al fracaso de la experiencia amorosa, la mayoría de las composiciones se centran en la descripción de la desolación, angustia y ansias de muerte producidas por la ausencia del amor. En efecto, sin amor, los días pasan monótonos y la vida carece de todo sentido; sólo la experiencia del dolor parece despertar la conciencia del existir del poeta.
El escepticismo se hace presente, y va ganando cada vez más terreno. El poeta concibe su vida como un existir en el que solamente se pueden recoger desgracias y sinsabores. Así, ante el desengaño producido  por la frustración del amor eterno prometido por la amada, el amante trata de ejemplarizar que lo único eterno es el dolor que siente. No obstante, esto sigue siendo una falacia, pues el simple transcurrir del tiempo le hace caer en la cuenta de que no puede haber nada constante en lo que es humano.
La vida del poeta se va consumiendo en estas perplejidades y angustias, mientras la soledad se va haciendo cada vez más absoluta. De la misma forma, no encuentra ningún consuelo de esperanza ni en el pasado, en el que cree haber experimentado sólo sufrimiento, ni en el futuro, que presagia una muerte en desamparo. Bécquer coloca también en un mismo plano la cuna y la sepultura, el nacer y el morir, para poner de relieve la fugacidad del tiempo y el poco sentido que tiene la vida sin amor.
En fin, el tema de la muerte se hace más obsesivo en esta última parte de las Rimas y, aunque en ocasiones es deseada como una liberación de los pesares, el hecho es que en otros poemas se manifiesta un angustiado terror hacia ella, no tanto por lo que es en sí misma, sino por lo que conlleva: la soledad y la desaparición de la memoria individual y colectiva. Miedo a que no quede otra cosa de su paso por la tierra que no sea una ignorada tumba “donde habite el olvido”.

ESTILO DE LAS RIMAS


Bécquer ejemplifica en esta serie de composiciones una poesía que se caracteriza por ser breve y seca, una poesía que emana del alma. El sevillano rehuye del poema extenso y grandilocuente para volcar todo su sentimiento, comprimido en una poesía íntima, como en confidencia, que se detiene y analiza, fugaz pero intensamente, los resortes del corazón humano.
La brevedad se ve reflejada en las estructuras métricas. Aunque en ocasiones emplea estructuras clásicas, tales como el serventesio, la quintilla o la octava real,  abundan las estrofas que denotan predilección por las formas de la poesía popular como el romance endecha (o heptasílabo). Por otra parte, Bécquer utiliza gran variedad de metros, en la línea de libertad que habían inaugurado los románticos, y utiliza estrofas menos rígidas en la que mezcla diferentes tipos de versos. No obstante, las composiciones que más abundan son las formadas por estrofas que constan de cuatro versos, endecasílabos y heptasílabos, en los que encontramos multitud de combinaciones (una es la estrofa sáfica, formado por tres versos endecasílabos y un cuarto heptasílabo). Así mismo, el poeta se caracteriza por las rimas asonantes que, cargadas de una leve y tenue musicalidad, no tan intensa como la de la rima consonante, ayuda a dar ese carácter íntimo de poesía susurrada a media voz.
En cuanto a la sequedad y desnudez de artificio, podemos observar en las rimas un esfuerzo denodado por capacitar a la palabra para expresar conceptos, para salvar ese abismo existente entre la idea y la forma. Para hablar de la poesía, el misterio, la mujer o el sentimiento, el poeta, sabedor de que la palabra resulta insuficiente, recurre a términos que expresen lo vaporoso y evanescente (bruma, aire, espuma, suspiro, viento, música, sueño...) , que sugieran más que definan. Y ahí es donde radica la fuerza de su poesía, en la capacidad del sevillano para evocar y sugerir.
En los poemas referentes al amor gozoso encontramos gran cantidad de expresiones que denotan plenitud y luminosidad; esto tiene reflejo también en la naturaleza, que se hace partícipe de la felicidad de los amantes. En las restantes composiciones, en las que da paso al desaliento y a la soledad, las expresiones se hacen más sombrías, se cargan de dramatismo y conllevan denotaciones desvalorizadas. En su desencanto, Bécquer recurre a expresiones que se cargan de soledad, tristeza y muerte. Su mundo interior se va a adentrar en el terreno de lo semiconsciente y esto se pondrá de manifiesto a través de expresiones que indican la dificultad de la nitidez de sus límites; habla de una interioridad que permanece en una atmósfera vagamente definible y palpable, y utiliza para ello expresiones que inciden más aún en lo etéreo e intangible.
En el mismo plano, se puede observar una preferencia por expresiones que indican un movimiento tembloroso y discontinuo. Bécquer es considerado el poeta del sí, pero no... (“Volverán las oscuras golondrinas.../... no volverán”), de ahí su inclinación hacia sustantivos del movimiento cambiante: temblor, rumor, susurro,... También contribuye a mostrar la indefinición de límites, la sugerencia, el uso de la suspensión – de los puntos suspensivos -, y el  paralelismo acumulativo, tanto sintáctico como de ideas.
Para abordar este mundo de lo inefable, Bécquer utiliza frecuentemente la comparación o símil, y es más fácil encontrar metáforas en las que se identifican el término real con el imaginario (R es I) que metáforas puras (I en vez de R).
En resumen, y simplificando mucho, se puede decir que Bécquer consigue esa poesía breve, natural y seca mediante el empleo de:
 estructuras métricas cortas
 léxico que connota evanescencia
 el paralelismo
 la antítesis que conlleva el uso del sí, pero no...
 la comparación, y algún otro recurso literario.




















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